La comodidad y la ausencia vienen de la mano en el devenir del hombre, si por comodidad se entiende la forma en que se busca el confort. Como ya dijo David Hume, el empirista, la comodidad está relacionada con la felicidad, pero no hay confort si la “espera” nos arrebata la tranquilidad.
La perversión está en que la comodidad se convierta en ausencia cuando subvertimos las obligaciones que nos son impuestas por la responsabilidad que se deriva de lo que hacemos. Esto ya no es comodidad, sino ausencia.
Nos ausentamos en la prolija senda de la responsabilidad creyendo así que nos acercamos al castillo dorado de la comodidad. Pero es un engaño.
Ausentarse es, también, no mostrarse; dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, ocultarnos para no dejarse ver; intentar ser, pero no estar o pasar desapercibidos para que nadie nos vea y seamos escrutados.
Viene a cuento porque el abandono de determinados compromisos, también en el mundo de la música, sobre todo cuando se tienen responsabilidades públicas deteriora la gestión que se espera de nosotros. Esta ausencia no nos hace daño, pero sí que afecta a los demás, y cuando uno está comprometido con los demás no debe meter la cabeza en el caparazón de la comodidad, y mucho menos por temor a que se nos vea y con ello seamos objeto, tras el escrutinio, de la crítica.
Vivimos un tiempo convulso donde muchos se refugian en la cobardía para no hacer lo que su responsabilidad les indica. Y eso que la cobardía no es contraria a la valentía, por más que se las asocie como contrapuestas. De la primera habría que asociarse a la comodidad, por ausencia de riesgo que ésta tiene; de la segunda, mejor referirnos a lo que dice de ella Aristóteles: La valentía es un término medio en relación con las cosas que inspiran confianza o temor, y en las situaciones establecidas, y elige y soporta el peligro porque es honroso hacerlo así, y vergonzoso no hacerlo.
Aquello que nos ocurre y ante lo que hay que ser valientes
Estas reflexiones se asientan en ese deambular cuando percibimos que hay cosas, en este caso en lo público, que se manifiestan estáticas porque quienes tiene posibilidad de cambiarlas no lo hacen, se instalan en la comodidad, no sea que salga mal si intentamos cambiarlas. Quienes así actúan tienen el margen de maniobrar de la existencialidad, si ya existe, para qué cambiarlo, aunque sea mejorable.
Comodidad, ausencia, cobardía, parálisis, ausencia. Y los problemas sin resolver. O que todo cambie para que nada cambie, que es un eufemismo ininteligible.
Nada existe si no se nombra, nada es si no tiene nombre. Las cosas que no se dicen no existen, de ahí, permítaseme el sarcasmo, los gabinetes de comunicación. Algunos, que no muchos, se dedican a ocultar estando a quienes sirven para que no se les vea, y si se les ve, que no se les note mucho.
Entendemos pues que una cosa lleva a la otra, pero no como una sucesión de hechos, sino como una dialéctica, cuya síntesis nos puede explotar en las manos. Quien no percibe la realidad, por acomodo, no entiende el futuro, porque el futuro no admite de cobardes que se refugian en la inacción.
Llamar al estudio, entender de qué nos han encomendado, ocuparnos, situar la acción en un proceso, siempre prudente, de mejorar las cosas, hacerlas mejores, sí, para los demás y situarnos al frente de nuestra responsabilidad, porque es un valor que se acerca a la plenitud; nunca la ausencia podrá satisfacernos si nos ocupamos de lo público. Por ejemplo, jugamos a la lotería para que nos toque, pero solo es plenitud si lo usamos para hacer aquello que siempre quisimos hacer con ese dinero para mejorar la realidad, para conseguir nuevas iniciativas que coopten a la realidad, para amplificar su bondad.
Nada nos es más confortable que sentarnos en el confort de nuestro hogar y analizar, escrutándonos a nosotros mismos para finalmente observar que la vida que nos ha tocado está llena de responsabilidades y de retos, que posiblemente no hayamos podido encajarlos en nuestra sobrevivencia, pero que deja al menos regusto –sea dulce o amargo– de que al menos el legado está ahí, simplemente porque lo hemos intentado
Todo ello sea dicho con ánimo de estimular la falta de iniciativas, de cumplimiento de objetivos inherentes a la propia institución, de algo tan querido para nosotros como la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana, dirigida por una guardia pretoriana que tiene a los responsables atados a la comodidad y la ausencia. Seguiremos hablando de ello.
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