Finalizada la 136 edición del Certamen de Bandas Ciutat de València, es momento de analizar el desarrollo del mismo y, sobre todo, ponernos manos a la obra para mejorar en las ediciones venideras.
Es una opinión bastante unánime: esta edición ha sido histórica gracias a la excelencia artística demostrada por todas las Bandas participantes. Somos muchos los que consideramos que hemos asistido a una manifestación cultural, musical y social grandiosa. Así pues, el mayor de los agradecimientos y las felicitaciones más efusivas a todas; las de todas las secciones, las que obtuvieron premio y las que no. Todas merecen el reconocimiento del conjunto de la sociedad.
Una revitalización en toda regla de un proyecto casi moribundo, tal como ha reflejado la prensa especializada y los expertos durante estos últimos días.
Y todo ello por varios motivos. Destacaremos algunos, no todos. El primero, la seriedad, la calidad y la ilusión que mostraron todas las bandas participantes. Un esfuerzo colectivo de muchos músicos que prepararon con intensidad y con compromiso las audiciones en el Palau de la Música. Un auténtico espaldarazo al carácter internacional del Certamen y una proyección de la excelencia musical valenciana a todo el mundo.
El segundo, y permítanme la excepción, la concurrencia de cinco grandes bandas en la Sección de Honor; entre ellas, las dos agrupaciones musicales de una misma población: la Armónica y la Artística de Buñol. Una circunstancia que ha incrementado la pasión y la emoción hasta niveles no vividos en lo que llevamos del siglo XXI. Tendríamos que retroceder muchas décadas para recordar algo similar. Los músicos y los simpatizantes menores de cuarenta años nunca habían experimentado algo similar en sus vidas.
Y el tercero, la implicación y el trabajo excepcional realizado por el Comité Organizador, el Palau de la Música y el personal del Ajuntament de València, responsable del Certamen.
Ahora tenemos el reto colectivo de seguir este camino y consolidar estos cambios de cara al futuro. No será fácil.
Se debe acertar en las políticas y mejorar continuamente. En esta edición, se han incrementado los premios, se han implementado nuevos incentivos, se ha avanzado en la mejora de la organización y la gobernanza del propio Certamen, hasta se consiguió finalmente la tan ansiada retransmisión en À Punt.
Pero no caigamos en la autocomplacencia. Se debe insistir en las mejoras. La primera de todas, asegurarnos de que las agrupaciones que ganen y obtengan los galardones sean las mejores sobre el escenario. Y que las bandas participantes estén convencidas de que esto va ser así. En definitiva, que confíen plenamente en la fiabilidad y en la honestidad del Certamen.
El proceso de nombramiento del Jurado, la actuación del mismo y el comportamiento de las sociedades musicales participantes deben estar inspirados por criterios éticos, nobles y de justicia.
Mucho se ha hecho al respecto en esta última edición. Enumeramos algunas de las mejoras:
- Se ha endurecido el régimen de incompatibilidades de los miembros del jurado. Se comprometen a no colaborar profesionalmente con ninguna de las bandas participantes durante los dos años posteriores a la celebración del Certamen.
- Los miembros del jurado que reciban cualquier presión o interferencia que altere la imparcialidad, ya sea directamente o a través de personas interpuestas, deberán comunicar esta circunstancia al Comité Organizador, que tomará las medidas pertinentes.
- No se permite deliberar a los miembros del jurado antes de emitir sus puntuaciones. Con ello se pretende evitar que algún miembro del jurado con más capacidad de influencia pueda arrastrar al resto o que puedan producirse pactos entre todos o algunos de los miembros del jurado. Así ha sido en esta edición. El notario se aseguró de que emitieran las votaciones nada más finalizar las audiciones sin consentir ninguna deliberación. De esta manera, cada jurado votó en conciencia y según su propio criterio.
- No se permiten los premios ex aequo.
- Naturalmente, el Comité Organizador eligió a un jurado de prestigio internacional y de contrastada imparcialidad.
Pero no es suficiente. Así pues, en este terreno se debe ser persistente e inflexible. No hay marcha atrás.
Proponemos una mejora más para las próximas ediciones. L’Ajuntament de València forma parte del patronato de la Fundación Etnor, liderada por la prestigiosa catedrática de Ética Adela Cortina. Vamos a solicitar su colaboración para la elaboración de un código ético que deberemos suscribir todos, además de encargarles un acompañamiento durante el desarrollo del Certamen y una auditoría de comportamiento ético de todos los agentes implicados. Un paso más.
Una vez asegurada la fiabilidad del Certamen, hay una cuestión que nos preocupa en gran manera: la gestión de la frustración cuando no se obtienen los resultados esperados. La frustración suele ser directamente proporcional a la pasión y al esfuerzo dedicados. Es decir, mucha. La gran debilidad de un Certamen es que genera ganadores y perdedores.
Y esto nos va a pasar todos los años y afectará a todas las Bandas, no solo a las de esta edición. Que nadie se equivoque, tarde o temprano todas pasan por ello.
Todos tenemos derecho a discrepar del veredicto del jurado, faltaría más. Los propios jurados a veces demuestran disparidad en sus valoraciones. No es fácil ser miembro del jurado, y mucho más en esta edición que fue muy reñida y ajustada. Los límites de las críticas: evitar desprestigiar al propio Certamen y verter acusaciones de irregularidades sin aportar pruebas.
La reacción de las Bandas que no consiguieron los resultados asegurados en esta edición ha sido también ejemplar y digna de elogio y de empatía. Apenas ninguna salida de tono, ninguna descalificación. Una muestra de caballerosidad y de nobleza que les honra, aunque están en su derecho de pensar que merecían mucho más.
¿Qué podemos hacer para que estas agrupaciones vuelvan a concurrir al Certamen tal como hacían nuestros padres y abuelos, inasequibles al desaliento, aunque hubieran perdido en la edición anterior? ¿Cómo podemos ayudar y animar a estas agrupaciones para que no cunda ni el desánimo ni la amargura?
Estos son los peligros. Y nos gusta identificar los puntos débiles del proyecto e intentar abordarlos con valentía y todos juntos. Tenemos previsto realizar un proceso de evaluación durante el mes de septiembre, en el que daremos oportunidad a todas las agrupaciones participantes y a la FSMCV para que nos ayuden a mejorar. Se deben abrir los debates públicos que sean necesarios.
Quiero destacar también la actuación de la Banda Sinfónica Municipal de València, el mejor colofón a esta increíble edición, magistralmente conducida por el director Cristóbal Soler.
Y una reflexión. Felizmente, las bandas participantes van apostando por interpretar obras originales para banda, algunas de ellas por encargo. El Certamen se ha convertido en un foro rotundo de innovación musical y en un marco excepcional para estimular la creatividad de los compositores actuales, muchos de ellos valencianos a los que se ovacionó merecidamente. Ya no se apuesta por las transcripciones de obras orquestales. La evolución en las últimas décadas ha sido evidente.
Una vez más las sociedades musicales, y el propio Certamen a la vanguardia, son un argumento más que engrandece este proyecto cultural centenario. La Generalitat Valenciana, a través del Institut Valencià de Cultura, así lo percibió y ha decidido apoyar decididamente el Certamen.
La alcaldesa de Valencia es músico, el presidente de la Generalitat, que también es músico, acaba de anunciar una Dirección General de Industrias Musicales. No diremos aquello de la alineación de los astros y que generó hilaridad en boca de una representante política hace años, pero casi…
Para finalizar, creo que, como ya se ha dicho, todos hemos ganado y hemos contemplado la mejor música para viento que puede escucharse en la actualidad en cualquier rincón del mundo.
¡Mil gracias a todas y a todos y por todo!
*Manuel Tomás Ludeña
Coordinador de Estrategias, Estudios y Proyectos de l’Ajuntament de València