Por Pedro Rodríguez*
Tras el terremoto provocado por los resultados electorales y la convocatoria adelantada de elecciones generales, cabe hablar de las opciones que la cultura tiene en el mapa actual.
Recordemos, en primer lugar, que la cultura está transferida casi en su totalidad a las comunidades autónomas. Pues bien, en toda la campaña electoral pasada no he oído a Ximo Puig hablar de cultura y eso que ha asistido personalmente a casi una docena de actos en los que ha intervenido a lo largo de las tres provincias. Y no es una crítica partidista, porque tampoco oí hablar de cultura ni a Mazón ni a Feijóo ni a quiénes están todavía más a su derecha, tampoco a Sánchez ni a aquellos candidatos que se dicen estar a la izquierda del PSOE. Ni siquiera a aquellos que han tenido la responsabilidad de la cultura durante estos años en la GVA, ¿dónde han estado en esta campaña pasada?
Tan sólo un acto público entre los organizados por el PSPV de la ciudad de València dedicado a la Música y tan solo una declaración ortodoxa de principios de “nuestra” cultura que son “irrenunciables”, constituidos por diversas líneas rojas anunciadas en la presentación de la Plataforma por un tercer Botànic impulsada por Compromís y Unides Podem, y que tras los resultados han saltado por los aires definitivamente. Acto, por cierto, que me puso los pelos de punta por el sectarismo e intransigencia que dimanaba dicha declaración de principios en el mundo de la cultura, un mundo que debería de ser abierto, transversal, integrador y democrático.
En resumen, salvo quiénes cercanos al poder valenciano de estos últimos tiempos han recibido algo, poco bagaje es el que ha alimentado las almas de un amplio sector cultural que ha visto como la irrelevancia y el despropósito es el tablero de juego donde se diluyen los anhelos culturales de una inmensa mayoría de los diferentes actores del sector. Todo ello sin profundizar en la nefasta gestión de los siete años de Marzà al frente del timón, en la que no voy a entrar aquí.
Sin embargo, si elevamos la mirada a lo no trasferido, o sea Madrid, tenemos ahí mismo, enero de 2023 sin ir más lejos, las primeras reformas estructurales que abordan frontalmente el primer problema de la cultura de este país, que no es otro que la necesidad de que los trabajadores de la cultura tengan un reconocimiento propio, diferente al empleo tradicional debido a lo diferente que es esta ocupación, su industria y su entorno. Estas reformas vienen enmarcadas en el Estatuto del Artista. Queda mucho camino todavía, pero por fin, tras los maremotos habidos en el Ministerio de Cultura con tres ministros en poco más de tres años y el inmovilismo cuyo fin parece anunciarse del INAEM, se vislumbra que el gobierno central se puso las pilas tras casi 50 años de democracia y está dando pasos firmes para solucionar este problema.
Visto lo hecho y llegados a este punto, con los cambios que aventuran los últimos resultados electorales, nos preguntamos qué cabe esperar en este tema de un gobierno de PP+VOX en el Palau de la Generalitat y en Madrid.
Pues a tenor de lo que se anuncia, y siendo la valenciana el primer territorio con idioma propio cogobernado por Vox, pues poco bueno se puede esperar. ¿Conseguirán los del partido de tres letras, como parece que piden, la Conselleria de educación, cultura y deporte? ¡Que Joan Fuster no lo permita y que a nosotros no se nos condene a tamaña locura! Podemos ir diciendo adiós a cualquier inversión en normalización lingüística. Ya está anunciado que llegará el fin del requisito lingüístico en el funcionariado. “Hable usted español, que estamos en España”, aunque esto sea Piles, Moncofa o Castalla. ¡Cuánto tiempo sin oírlo más allá de alguna anécdota! Pero son las cosas que están de vuelta. Objetivos, adaptación curricular, inclusión, trabajo por proyectos, ¡al olvido! De nuevo “la letra con sangre entra” parece estar en el horizonte.
Volveremos a los toros. Y a las fallas y bandas de postguerra. O sea, acordes con la estrategia del poder, entregadas y sumisas. “…el orgullo de la tierra, las costumbres heredadas, y la pasión de todo aquello que permanece inalterable…la tradición que sustenta la patria.”, Abascal dixit. Y al que no esté de acuerdo, cuando menos se le condena al ostracismo y cuando más, pues se le ayuda a desaparecer. Y si no, al tiempo.
Tal vez Sánchez, Puig, y sus comités de campaña, se den cuenta de que tienen un caladero de votos importantísimo entre los agentes culturales y el estado de opinión que pueden y deben crear. Pero para ello deben hacer tres cosas:
Primera, debe instalarse el relato de qué es lo que va a pasar en el mundo de la cultura si la izquierda no gana las próximas elecciones en España.
Segunda, meter en programa – y relato como digo- elementos ilusionantes y a ser posible nuevos. La creación de un INAEM de la cultura amateur como elemento transversal en todo el estado asentado en políticas de participación de amplios colectivos en la sociedad, de lucha contra la despoblación y la desigualdad económica y de género, podría ser una de ellas. Recordemos que estas manifestaciones culturales engloban a millones de personas en nuestro país. El descubrimiento y revelación de logros concretos que el Estatuto del Artista puede ofrecer tiene que ser la otra. Con ello combinamos profesionalidad y amateurismo, algo que es el propio ADN de las manifestaciones culturales.
Tercera, poner dentro de todas las listas a alguien relevante para estos colectivos.
Estos tres elementos podrán incitar a que las capas más amplias de la cultura tengan algo a lo qué asirse y alguien en quién verse representadas para definitivamente y, ante el reto mayúsculo que se nos presenta, votar al PSOE.
En la Comunitat Valenciana, prácticamente ya se ha perdido todo. El PSOE ha subido en votos pero no los suficientes. Las consecuencias van a ser terribles. Hagámoslo posible en España.
#Nosilencieslacultura
*Pedro Rodríguez fue Presidente de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana y Senador en la XIII Legislatura